miércoles, 2 de septiembre de 2015

Kumari, niñas convertidas en Diosas

Una mirada llena de luz e inocencia, ensombrecida por una máscara de maquillaje, envuelve su rostro en una aureola de divinidad ancestral, que no parece pertenecer a este mundo. En Nepal son conocidas como las Kumari, niñas de entre dos y cuatro años consideradas como la auténtica reencarnación de la todopoderosa Durga, la diosa madre que simboliza la victoria del bien sobre el mal. El precio que han de pagar estas niñas por ser consideradas diosas terrenales al término de su reinado es muy alto. 

Kumari, niñas convertidas en Diosas


Hasta la aparición de su primera menstruación, estas niñas serán reverenciadas como seres divinos siguiendo una tradición que se inició hace 700 años. 

Llegada la pubertad, la menor será sustituida por una nueva niña virgen que reúna los atributos físicos y espirituales apropiados para ser considerada como nueva Kumari. Igualmente, una enfermedad o accidente que suponga un considerable derramamiento de sangre, se considerarán motivos más que suficientes para que la Diosa cambie de cuerpo. 



Elección de las diosas Kumari

Estas diosas son elegidas por las niñas preadolescentes de la comunidad de Newari, predominante en el valle de Katmandú. Al tratarse de una tradición de origen budista e hinduista, sacerdotes de una y otra religión, así como un astrólogo determinan que la nueva diosa elegida cuenta con los 32 lachhins (habilidades físicas y psicológicas). Al mismo tiempo, es fundamental que su horóscopo coincida en ese momento con el del presidente de la República en aras de garantizar la buena ventura del país. 

Elección de las diosas Kumari
Para ser considerada la reencarnación de la diosa Durga (Taleju en India) debe superar una serie de obstáculos para alcanzar la victoria del bien sobre el mal de la que hace gala la divinidad. Entre otras cosas, deberán de velar las cabezas de ganado muerto durante toda una noche. 



La vida de las Kumari

La vida de una Kumari es muy dura. Además de aislarse del resto de la civilización, deben cumplir una serie de condiciones básicas. Por ejemplo, no pueden caminar por el suelo, dado que es un acto considerado impuro. Para desplazarse, en los pocos momentos que lo hacen, los familiares y fieles la desplazan en sus hombros. Igualmente, deben vestir una ropa fastuosa de color rojo, portar pesados adornos de joyería y maquillaje extremo ocultando su rostro.

Sus reacciones son observadas al milímetro en respuesta al anhelo de los fieles por recibir un mensaje de la diosa. Por ejemplo, si llora puede suponer que la muerte se aproxima o si ríe a carcajadas es que una enfermedad está a punto de entrar en nuestro cuerpo. En el caso de que la Kumari reciba un presente en silencio, será la señal de que el favor que se haya solicitado durante la ofrenda se cumplirá con total seguridad.

La vida de las Kumari


Estas diosas terrenales no podrán acudir a la escuela y residirán la amplia mayoría de su reinado divino en la Tierra entre los muros sagrados de los templos, sin posibilidad de moverse como hemos comentado anteriormente.

Cuando la Diosa abandona su cuerpo

Cuando la Diosa abandona el cuerpo terrenal, la menor volverá a su vida mortal de forma repentina, lo que supondrá grandes problemas de adaptación entre la población, quedándose con graves secuelas físicas y psicológicas. 

Entre otras cosas, si optan por formar una familia, muchos hombres las rechazarán en un principio. Se mantiene la creencia de que el cuerpo de las antiguas Kumari almacena fragmentos de la Diosa en su interior. 

Cuando la Diosa abandona su cuerpo


Así, muchos hombres temen que a la hora de mantener relaciones sexuales con la joven mortal, algún resto de la Diosa pueda devorar su cuerpo. Junto a esto, circula la leyenda de que quienes se casan con ellas, al año siguiente de la boda pierden la vida. La soledad es una losa con la que muchas de ellas deberán vivir el resto de su existencia. 

Por haber permanecido durante tantos años sin moverse, sus músculos quedan atrofiados y tienen serias dificultades para moverse.

Los privilegios y comodidades que una vez tuvieron como diosas en la Tierra se desvanecerán de un plumazo cuando lleguen a la pubertad, momento en que la cruda realidad del rechazo social se adueñará de su vida. 

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